Te imaginas que tu perro hablara, ¿que diría? quizá te daría las gracias porque has sido un buen amo y compañero, o tal vez te pida un poco más de tiempo. Seguramente si tienes un amigo fiel en casa el solo hecho de mirarlo te dará la respuesta.
Me encontré con un cuento muy hermoso que quiero compartir contigo, ya que, si estas leyendo esta publicación es porque eres amante de los perros. Sinceramente me hizo llorar, pero, también reflexione sobre el gran mensaje que deja. Es de un autor anónimo.
En este diario un perrito narra como va pasando su vida desde que es un cachorro y vive con su mamá, hasta que vive con una familia, y lo cruel que podemos ser los humanos.
Es muy cierta esa frase que dice: "Entre más conozco a los humanos, más quiero a mi perro".
Aquí te dejo este gran texto de reflexión.
Este cuento va dedicado a las personas que tienen una mascota
y cuando crece les estorba, porque creció demasiado, porque es travieso, porque
nadie lo atiende, come mucho, ladra muy fuerte, rompe los zapatos etc.
Esto es lo que ese perro abandonado contaría si pudiera hablar.
DIARIO DE UN PERRO.
Semana 1.
Hoy cumplí una semana de nacido... ¡qué alegría haber llegado
a este mundo! .
Primer mes.
Mi mamá me cuida muy bien. Es una mamá ejemplar.
Dos meses.
Hoy me separaron de mi mamá. Ella estaba muy inquieta, y con
sus ojos me dijo adiós, esperando que mi nueva familia humana me cuidara tan
bien como ella.
Cuatro meses.
He crecido rápido; todo me llama la atención, hay varios niños
en la casa que para mí son mis hermanitos. Somos muy inquietos, ellos me jalan
la cola y yo los muerdo jugando.
Cinco meses.
Hoy me regañaron. Mi ama se molestó porque me hice pipí
adentro de la casa; pero nunca me han enseñado dónde debo hacerlo, además
duermo en la recámara ¡ya no me aguantaba!
Ocho meses.
Soy un perro feliz. Tengo el calor de un hogar; me siento tan
seguro, tan protegido. Creo que mi familia humana me quiere y me consiente
mucho. Cuando están comiendo me convidan. El patio es para mí sólito y me doy
vuelo escarbando como mis antepasados los lobos, cuando esconden su comida.
Nunca me educan ha de estar bien todo lo que hago.
Doce meses.
Hoy cumplí un año. Soy un perro adulto. Mis amos dicen que
crecí mucho más de lo que ellos pensaban, que orgullosos se deben de sentir de
mí.
Trece meses.
¡Qué mal me sentí hoy! Mi hermanito me quitó la pelota. Yo
nunca le agarro sus juguetes. Así que se la quité, pero mis mandíbulas se han
hecho muy fuertes, así que lo lastimé sin querer. Después del susto, me
encadenaron, casi sin poderme mover, al rayo del sol. Dicen que van a tenerme
en observación y que soy ingrato. No entiendo nada de lo que pasa.
Quince meses.
Ya nada es igual...vivo en la azotea. Me siento muy solo...mi
familia ya no me quiere. A veces se les olvida que tengo hambre y sed. Cuando
llueve no tengo un techo que me cobije.
Diez y seis meses.
Hoy me bajaron de la azotea, de seguro mi familia me perdonó.
Yo me puse tan contento, que daba saltos de gusto. Mi rabo parecía reguilete.
Encima de eso, me van a llevar con ellos de paseo. Nos enfilamos hacia la
carretera y de repente se pararon. Abrieron la puerta y yo me bajé feliz
creyendo que haríamos nuestro día de campo. No comprendo por qué cerraron la
puerta y se fueron.
¡Oigan esperen!, ladré...se olvidan de mí. Corrí detrás del
coche con todas mis fuerzas. Mi angustia crecía al darme cuenta que casi me
desvanecía y ellos no se detenían: me habían abandonado.
Diez y siete meses.
He tratado en vano de buscar el camino de regreso a casa. Me
siento y estoy perdido. En mi sendero hay gente de buen corazón que me ve con
tristeza y me da algo de comer. yo les agradezco con mi mirada y desde el fondo
de mi alma. Yo quisiera que me adoptaran y sería leal como ninguno, pero sólo dicen
pobre perrito, se ha de haber perdido.
Diez y ocho meses.
El otro día pasé por una escuela y vi muchos niños y
jovencitos con mis hermanitos. Me acerqué y un grupo de ellos, riéndose, me
lanzó una lluvia de piedras -a ver quién tenía mejor tino.- Una de esas piedras
me lastimó un ojo y desde entonces ya no veo con él.
Diez y nueve meses.
Parece mentira, cuando estaba más bonito se compadecían más de
mí. Ya estoy muy flaco; mi aspecto ha cambiado. Perdí mi ojo y la gente más
bien me saca a escobazos cuando pretendo echarme en una pequeña sombra.
Veinte meses.
Casi no puedo moverme. hoy al tratar de cruzar una calle por
donde pasan muchos coches, uno me arrolló. Según yo estaba en un lugar seguro
llamado cuneta, pero nunca olvidaré la mirada de satisfacción del conductor,
que hasta se ladeó con tal de centrarme. Ojalá me hubiera matado, pero sólo me
dislocó la cadera. El dolor es terrible, mis patas traseras no me responden y
con dificultades me arrastré hacia un poco de hierba a la ladera del camino.
Tengo 10 días bajo el sol, la lluvia, el frío, sin comer. Ya
no me puedo mover, el dolor es insoportable. Me siento muy mal; quedé en un
lugar húmedo y parece que hasta mi pelo se está cayendo. Alguna gente pasa y ni
me ve; otras dicen: no te acerques.
Ya casi estoy inconsciente; pero alguna fuerza extraña me hizo
abrir los ojos. La dulzura de su voz me hizo reaccionar: Pobre perrito, mira
cómo te han dejado, decía...junto con ella venía un señor con bata blanca,
empezó a tocarme y dijo: lo siento señora, este perro ya no tiene remedio, es
mejor que deje de sufrir. A la gentil dama se le salieron las lágrimas y
asintió. Como pude, moví mi rabo y la miré agradeciéndole me ayudará a
descansar.
Sólo sentí el piquete de la inyección y me dormí para siempre
pensando por qué tuve qué nacer si nadie me quería.
Todos los perros pueden ser educados y convertirse en la mejor compañia. El amigo más fiel que siempre te espera con afecto.
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